sabato 6 ottobre 2012

Aung San Suu Kyi



      Cosa curiosa. Un día antes de partir para México para presentar el proyecto de reciprocidad  varón - mujer cae a mis manos el film “Amor, Honor y Libertad”.

      Una película que nos narra la historia real de Aun San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz en 1991, en la épica historia de la pacífica búsqueda de una mujer en el corazón del movimiento democrático de Birmania.

Una producción de Luc Besson que narra el movimiento por los derechos fundamentales pero haciéndolo desde una  óptica particular: a través del drama familiar que tiene que vivir Suu, su marido e hijos. 

Después que su padre el general Aung San, líder por la lucha en la independencia fuese asesinado, Suu es educada en Inglaterra casándose con el profesor universitario Michael Aris. Cuando el pueblo se levanta contra la junta militar, Suu regresa a su país natal e incia una lucha directa contra el poder absolutista de los militares. Aung San Suu, llamada la “orquídea de acero” combate con una resistencia pacífica por los derechos de la democracia y por la libertad en su país decidiendo sacrificar su libertad por más de veinte años viviendo en arresto domiciliario.

Desde su regreso a Yangón en 1988 Aung San Suu Kyi pudo volver a ver a su marido e hijos sólo cinco veces. Al marido le negaban la visa en continuación y ella no podía regresar pues los militares al considerarla una enemiga del estado una vez dejado suelo birmano no la dejarían reingresar.

Quizás uno viendo la película se pregunta: ¿Cómo se puede dejar a los propios hijos por tantos años? ¿Cómo dejar al marido que amas y te ama? ¿Cómo no poder asistirlo en el momento de su muerte?

Y es quizás todos estos dilemas que me llamaron la atención. Durante el film, en un momento una autoridad militar le dice: “usted es libre de regresar a Inglaterra con su familia o quedarse aquí en Birmania”. A lo que la protagonista responde: "¿Qué clase de libertad es esa?"

Es decir, cuando existe una libertad real y se vive la democracia, uno puede cumplir tanto su misión familiar como la propia vocación política. En este caso, los  militares no dejaban que su esposo y sus hijos se reunieran con ella para presionarla psicológicamente a dejar la causa y misión política. Por ello, no se trata de una disyuntiva moral sino de una consecuencia de un régimen opresor.

Y si. El marido había trabajado desde siempre con ella en la lucha por los derechos humanos. Es un modelo interesante aunque no deseable, ni auspicable porque ambos tienen que renunciar a su vida familiar y afectiva por un ideal concreto: la libertad de su pueblo. Para la premier que se realizó en octubre del 2011 la misma Aung San Suu Kyi envió un mensaje que decía: “no se pueden acantonar como obsoletos conceptos como la verdad, justicia y solidaridad, cuando estos son frecuentemente los únicos baluartes que se yerguen contra la brutalidad del poder”.

Lo que mantuvo unidos a esta pareja durante tantos años, a pesar de las pocas veces que pudieron reencontrarse es que ambos vivían la comunión en una causa común. Sin embargo, no es el aut-aut (o uno o lo otro) el ideal. Una dinámica de reciprocidad familiar afirma que una pareja pueda vivir su amor y ambos luchar juntos por una causa común. Esto sólo se puede realizar en una sociedad que defienda la familia y  los valores fundamentales como la libertad.
      
         Cuando uno ve esta película inmediatamente siente rechazo frente a toda estructura donde no se pueda conciliar la libertad de la vocación personal o del trabajo junto con la vida familiar. Sin embargo, en nuestras sociedades occidentales corremos el riesgo también de tener estos dilemas aut-aut entre la familia y el trabajo o la misión que uno tiene. Muchas veces, la economía de mercado empuja a los miembros de las familias a poder gozar poco de su vida afectiva y de su entorno por tener que trabajar horas interminables en las oficinas. ¿No es ésta otra falta de libertad de otro tipo de régimen?

             ¿No hay otras violencias quizás más cercanas que las de Birmania como aquellas del terrorismo en el Perú, el narcotráfico en México que han cobrado miles de víctimas en los últimos años dejando familias quebradas, hijos desaparecidos y madres desesperadas? ¿No es que tenemos que también hacer algo cada quien desde su lugar para defender siempre la libertad, la paz y la familia?



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