venerdì 23 settembre 2011

La niñita de nada y el niñito con su jaula y un pajarito de verdes colores



La niñita de nada es tan pequeñita, vive siempre solitaria entre los grandes...
No puede explicar el aire que la envuelve, pues no hay palabra que lo contenga.
No puede pretender derecho de ciudadanía en ninguna aldea pues sólo vive de la hospitalidad del lugareño.
Se desvanece ante la grandilocuencia y los guiones pensados frente al misterio de la vida y del ser humano. El silencio la abraza y es la gran Palabra que le habla ante aquello que le sobrepasa.
La niñita de nada se asusta ante la frágil e imaginaria omnipotencia del hombre, vive de su fragilidad que le da la certeza de la realidad y le abre a la presencia de Dios en su vida.
Su Señor mismo la esconde para que nadie le haga daño y por tanto sólo cuándo la descubren ella puede ver la luz…
La niñita de nada se suele atajar en el camino, sus pies están extenuados, en el pueblo de su Amado no sabe que sendero tomar... ya aprendió a caminar escuchando las golondrinas, el estruendo del mar, el borbotear del río, el crujir del follaje, el susurro del viento, las risas de sus amigos, la voz de su Amado.
Esta niñita de nada vive sólo de su gran Amor, vive de la confianza en su Amado. De ella no espera nada, no puede nada, no logra nada. Si su Amado se aleja siente la nada, si su Amado está cerca es su niñita de nada.
Cuando la niñita de nada llega al mercado del pueblo la invitan a vender y comprar, y cuando abre sus manitas para mostrar su más grande tesoro nadie lo ve y la echan por falta de seriedad en asuntos de tan grande importancia.

Al tratar inútilmente de defender su inocencia, la llevan al Alcalde del pueblo a resolver esta insolencia. El alcalde pregunta:
-       ¿De dónde viene este tesoro?
-       ¿Desde cuándo estaba en tu posesión?
-       ¿Cuándo lo perdiste?
-       ¿En qué consistía?
-       ¿Qué precio tenía?
-       ¿A quién osabas ofrecerlo?
-       ¿Habría existido algún comprador?

La niñita de nada se sintió aún más atemorizada ante tantas preguntas. Una voz que venía de lejos se hizo presente en el tribunal del pueblo: “no se deja comprar ni vender, no es dueño quien lo posee, se pierde cuando se siente que se le tiene, viene de tierras lejanas y aparece sólo cuando se siente en casa, no hay moneda con la cual se pueda comprar… es la niñita de nada habitada por el Señor de todo”. Quien hablaba era un niñito pequeño con la mirada de grande y con una jaula aferrada como temiendo perderla. La jaula tenía un pajarito de verdes colores. El alcalde los despidió después de una carcajada.

El niñito se sentó bajo la sombra de un árbol. Los árboles eran sus grandes amigos. Su follaje lo abrazaba con ternura pues siempre los conquistaba con su sonrisa y ellos le devolvían tanto amor y generosidad con una grande y refrescante sombra… los elegantes árboles de invierno sin hojas también lo querían mucho y él les correspondía con una admiración particular… no era el único que con sabiduría su propia fragilidad y desnudez reconocía. Pensando en estos amigos, la niñita de nada tomó de la mano el niñito y ambos decidieron juntos con el pajarito emprender el camino. 

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