sabato 24 settembre 2011

Desde mi ventana




        Estoy sentada frente a mi ventana.  Entra una luz clara y brillante que ilumina toda la alcoba y la llena de vida como quien anuncia la llegada de la primavera... y pensar que ayer la neblina golpeaba mi ventana como quien luchase con ella para entrar  en territorio ajeno. 
      En este instante el destello se apagó, la neblina invadió el pedazo de cielo y el aire se ha vuelto melancólico y sombrío. Todo esto en el arco de unas horas. ¡Qué importante es para el ser humano saber vivir el presente! No en el sentido de una evasión de toda proyección o de todo futuro. Somos seres de esperanza. Simplemente que muchas veces la espera de un futuro mejor nos hace olvidarnos del presente. Sólo podremos proyectarnos al futuro cuando el hoy esté lleno de sentido. No podemos reducir la vida a un porvenir mejor, a aquello que nos vendrá, al tiempo que no gozamos, a la aspiración escondida o los deseos guardados. Hace falta acoger lo que toda ventana parece increpar: recibir el tiempo que nos toca vivir en cada momento gozando de su brío y aceptando su lobreguez. 
Me gustar levantarme con el rocío madrugador, me gusta percibirlo cuando enciendo el carro para ir a comprar el pan. De niña mi madre me contaba un cuento: me decía que en las noches me convertía en rocío y me iba a pasear por todas las plantas y flores y me levantaba de madrugada antes que ellas. El rocío de la mañana tiene un lenguaje que me dice álzate que hay mucho por hacer. 
Soy una limeña. Nunca me acostumbré a la lluvia en Roma. Me amisté con ella sólo cuando comprendí que me invitaba dulcemente a quedarme en mi hogar para gozar con en el silencio de su sonoridad. La lluvia convocaba a chimenea, chocolate caliente, calor de hogar. 
Pero aquí en Lima, todo es cuestión de neblina y luz, luz y neblina. Y por ello el destello de luz que hoy iluminó Lima después de una buena neblina era  como un llamado a la acción, a poner el candelabro sobre la mesa para iluminar a todos. Y en este santiamén regresó el cielo gris que me hizo coger la pluma y hacerme acordar lo pasajero de la vida y de los instantes anteriores y la necesidad de concentrarme en lo que cada día la vida pide de mí sin preocuparme tanto por el futuro o el porvenir. Dios es realmente Pro-vidente, ve lo que nosotros no vemos, Él ve el futuro que no alcanzamos a ver, Él es en el fondo nuestro verdadero futuro porque sólo en Él tenemos la esperanza eterna... y sobre las esperanzas en esta tierra ¿Por qué no dejar que El nos lo revele cuando lo crea conveniente?

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